En los años 50, Ruth Handler se dio cuenta de que su hija (Barbara), prefería jugar con muñecas con características adultas, en vez de las infantiles. En esos momentos, la gran mayoría de las muñecas que se fabricaban eran infantiles. Al darse cuenta del posible negocio, decidió proponérselo a su esposo y co-fundador de Mattel, aunque la idea no llegaría a buen puerto, debido a la reacción que mostró el director de Mattel.